El
niño es un ser social: desde que nace se relaciona con el medio que lo rodea,
utilizando diferentes formas de expresión, tales como el llanto, el balbuceo,
la risa, los gestos, las palabras; formas que lo llevan a comunicarse
inicialmente con ese ser más cercano: la madre; a su vez, ella con sus
arrullos, nanas, caricias, cantos, juegos, va creando un vínculo especial de
comunicación que les permite entenderse y fortalecer los lazos afectivos.
La
interacción directa con niños nos ha demostrado que los aprendizajes no pueden
ser ajenos ni aislados de la realidad en ellos. Por el contrario, deben
satisfacer necesidades, intereses e inquietudes para que tengan un verdadero
sentido y significado para él.
Nuestra
propuesta pretende continuar el proceso de igual forma; por eso partimos de
"escuchar" a los niños, conocer sus intereses, necesidades, sentimientos
e inquietudes; basados en esto, iniciamos despertando la conciencia del
lenguaje a través de ejercicios que les permitan relacionar, hacer asociaciones
o establecer semejanzas y diferencias. Los aprendizajes están inmersos en la
cotidianidad de los niños, esto es lo que hace que tengan sentido y significado
para ellos.
El
niño debe reconocer en la escritura una forma de expresión. Por eso no se
desconocen los saberes que el niño tiene, se le motiva para que complemente su
expresión gráfica con escritura espontánea, donde incluye símbolos y siendo
letras para llegar finalmente a la escritura del código alfabético. Esto deja
ver claramente que lectura y escritura son procesos cognitivos, dinámicos,
donde la creación juega un papel muy importante.
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